martes, 10 de marzo de 2015

Crítica: La clase (Laurent Cantet, 2008)

Director: Laurent Cantet.
Intérpretes: François Bégaudeau (François Marin), Agame Malembo (Agame), Angélica Sancio (Angélica), Arthur Fogel (Arthur), Boubacar Toure (Boubacar), Burak Özylmaz (Burak), Carl Nanor (Carl), Nassim Amrabt (Nassim), Cherif Bounaïdja Rachedi (Cherif), Juliette Demaille (Juliette).
Productores: Simon Arnal, Caroline Benjo, Barbara Letellier y Carole Scotta.
Guión: François Bégaudeau, Robin Campillo y Laurent Cantet.
Fotografía: Pierre Milon.
Música y sonido: Antoine Baudouin, Edouard d’Heucqueville, Jean-Pierre Laforce, Olivier Mauvezin, Antoine Mercier, Anges Ravez y Paulin Sagna.
Montaje: Robin Campillo y Stephanie Leger.
Año de producción: 2008.



Una historia real

Muchos de nosotros hemos tenido una infancia en la que se desarrollaba la mayor parte del tiempo entre las paredes de una clase. Allí pasábamos la mitad de nuestro día compartiendo nuestra vida junto a nuestros compañeros y aprendiendo lecciones que forman la base de nuestro día a día, lecciones que nos han hecho ser, poco a poco, la persona que somos en la actualidad. Sin embargo, muchos hemos tenido, y diría que ninguno se ha librado, clases y compañeros problemáticos, sobre todo en nuestra época de la educación secundaria obligatoria, propiciando caos y desorden durante prácticamente todo el curso. En ese embrollo, desde el primer momento, han intervenido nuestros profesores, unos más que otros, pero siempre con el fin de que transcurra sin ningún percance el desarrollo de la clase. Toda esta problemática difícil de solucionar se cuestiona en La clase, película dirigida por Laurent Cantet, en la que se muestra lo compleja que es la educación en una clase de chicos y chicas adolescentes muy predominante en los días en los que estamos.

Siendo su título original Entre les murs, La clase es una película francesa dirigida Laurent Cantet, estrenada en 2008. Sin embargo, La clase llegó mucho antes al público gracias a la novela del escritor y profesor François Bégaudeau, cuyo papel está muy presente en el filme pues él protagoniza su propia historia tanto en la pantalla como en su novela, en la que cuenta sus experiencias como profesor de Francés en un instituto de los barrios bajos de París. Fue allí entonces cuando, gracias a los conocimientos de Cantet sobre el teatro, estos dos hombres se conocieron, dando lugar a esta interesante y controvertida historia, rodándose de igual manera todos los hechos de su novela homónima.


Sus intérpretes, más allá de la actuación de Bégaudeau y la de otros profesores, son unos adolescentes con cara y con cruz, con personalidades reales e (in)creíbles. Lo más impresionante, sin duda, es lo bien que bordan su papel pues, a excepción de otros actores con menos relevancia que aparecen en la película, no son actores en la vida real. Son unos simples alumnos de un instituto francés que se tuvieron que preparar durante un año junto a sus profesores la participación en la película, dando un resultado excelente convertido en un falso documental llegando a otorgar al espectador la vida dentro de un centro escolar en la actualidad. Una película que fue objeto de toda crítica, llevándose premios muy merecidos y esperados como la Palma de Oro de la 61ª edición del Festival de Cannes.

Más allá de un documental

Todo comienza cuando el profesor, François Marin, da comienzo la clase, pero ve que hay alumnos hablando, respondiendo a ello con una actitud fría, haciéndoles reflexionar sobre la gran cantidad de tiempo que pierden hablando en clase. Esta actitud hace que una de las chicas le conteste de manera defensiva sobre lo que deberían durar las clases y lo que al final se acaba o no cumpliendo, contestándole de igual manera que empleó su profesor, con una actitud fría, reprochándole. Es decir, vemos cómo comienza la película con una primera actitud negativa de François hacia sus alumnos, haciendo que una de ellos se defienda. Tras este intercambio de palabras, el profesor intenta de nuevo seguir la clase pero, tras un ejemplo del docente con el fin de ayudar a los alumnos a comprender la lección, uno de ellos lo tergiversa y le acusa al profesor de usar ejemplos “racistas”, pues al ser un grupo con gran variedad étnica, muchos de ellos se sienten ofendidos y se lo hacen saber. Sin embargo, el gran problema de François es, de nuevo, sus formas, siendo en su mayoría inadecuadas, lo que acaba enfrentándose de nuevo con sus alumnos, empeorando la situación. Todos estos problemas llevarán a François a un problema mucho más gordo, enfrentando su carrera como docente frente al destino de uno de sus alumnos.

El filme, sin duda, fue el pionero de Cantet, lo que le llevó a conseguir la Palma de Oro del Festival de Cannes en 2008, todo gracias a la gran recepción que tuvo su película entre el público y la crítica. Por ello, no dudó en usar elementos de su película en 7 días en La Habana, su última película hasta la fecha, en la que expuso, junto a otros directores de prestigio (entre los que se encontraban directores como Benicio del Toro y actores como Daniel Brühl y Josh Hutcherson, por nombrar algunos) un reflejo de la sociedad y del pueblo cubano, alejándose de los tópicos turístico con el fin de mostrar la verdadera vida de sus personajes. Su compromiso con la realidad es un elemento indiscutible en cualquiera de sus obras.


No obstante, La clase de Cantet no se acerca ni por asomo a otras películas que tratan la vida escolar como Rebelión en las aulas o El club de los poetas muertos, llenas de tópicos y de un día a día que no refleja la realidad de lo que se vive y se aprende dentro de una clase. Es una película distinta, una especie de documental, que muestra la realidad que vive un colegio interracial y los problemas que derivan de sus diferencias entre los alumnos y profesores con unos diálogos y acciones creíbles alejados del mundo utópico y maravilloso de la mayoría de obras cinematográficas.

Como comentábamos, la película de este director francés comprende magníficas interpretaciones. Más allá de la figura de Bégaudeau, el cual interpreta con pelos y señales sus vivencias como profesor escritas en su novela, tanto los alumnos como el resto de padres y profesores son meras personas de a pie sin ninguna experiencia en la industria del cine. Con apenas un año de preparación para bordar el guion del filme, estos principiantes actores no han tenido muchas dificultades en el desarrollo de las escenas pues, sin duda, han muestro tal y como son, con sus diferencias y similitudes entre sí.

Un problema de clases

Acorde con la interpretación de los actores, en relación con los componentes fílmicos no hay que esperarse mucho más. Con el objetivo de mostrar la realidad, Cantet no usa exageraciones ni abusa de los efectos y de los movimientos de cámara propios de las películas de acción y propias del cine hollywoodiense. Quiere mostrar, con tal exactitud, lo que uno ve tras las puertas de un instituto. Usa una perspectiva ideal, reflejando lo que un alumno vería con sus propios ojos, posicionando al espectador a una altura desde el pupitre o a una altura inferior a la de su profesor, dando una visión de superioridad en muchos casos. Por otro lado, prescinde del sonido extradiegético, innecesario en este tipo de filme, mostrando únicamente los sonidos y ruidos propios de un centro escolar, acompañados de planos con zooms propios del falso documental y elipsis que facilitan el ritmo de la historia. 


Esto reflejará con mera exactitud los escenarios y decorados que podremos ver en la obra, que serán ni más ni menos que las instalaciones que posee un centro escolar. Las clases, las salas de los profesores, el despacho del director, el patio del instituto, entre otros, serán las localizaciones en las que se desarrollarán todos los actos y situaciones de la película, reflejando, de esta manera, una metáfora que reside en el título original de la obra: las vivencias que viven los alumnos y profesores dentro los muros de su instituto.

En la película nos centraremos en la figura de François, profesor de Francés y tutor de una clase bastante problemática, que decide enseñarles en base a una democracia. Sin embargo, su objetivo de generar una situación de respeto y compañerismo se le hace una tarea difícil, pues tendrá que enfrentarse a los retos y preguntas de sus alumnos, adolescentes de distintas razas.

Es por ello que los alumnos de François son muy diferentes entre sí. Destaca la figura de Souleymane, considerado como uno de los líderes del grupo y “respetado” por los demás compañeros. A pesar de las numerosas críticas que recibe por los demás por su comentarios, como líder de la clase, no permite ser juzgado por su compañeros, y mucho menos por sus profesores. Él forma, junto a otros inmigrantes, gran parte del alumnado del aula, predominante en la educación francesa. Por ello, debido a su condición como inmigrantes y a su fuerte presencia en la clase, muestran actitudes muy distintas a lo que dice y plantea el profesor. Sin embargo, François trata siempre de congeniar con sus alumnos, a veces cayendo en una simpatía excesiva. Pero, a pesar de simpatizar con sus alumnos, estos, que consiguieron escucharle el día anterior, al día siguiente pasan de él, mostrándose insolentes y chulos ante él. Esto, sin duda, refleja el frágil equilibrio que se presenta en múltiples ocasiones en una clase. La rebeldía y el inconformismo son necesarios en esta etapa pero dentro de unos límites, y esos límites los intentan marcar los profesores, concretamente François.


Los adolescentes tienen un humor cambiante, además se plantean quiénes son y cómo les perciben los demás. Con frecuencia pierden los nervios y se alteran con facilidad, y aunque el profesor es consciente e intenta no caer en sus provocaciones, a veces es inevitable el conflicto, el choque, y esta es la situación que la película aborda de una manera más que inteligente. Además, a esto hay que añadir las vidas de estos alumnos fuera de los “muros” de la clase. Muchos de ellos, sobre todo los inmigrantes, viven unas vidas complicadas, residentes en los barrios de las clases más bajas donde el objetivo de la mayoría de sus familias es sobrevivir. Por este motivo, no es de extrañar que estén acostumbrados a hacer lo que quieran sin dar importancia a límites o valores tan importantes como el respeto. El encontrarse en una clase, en la que sus profesores intentan que aprendan conocimientos y con ello marcar límites, para enseñarles a que sepan que no siempre se puede hacer lo que uno quiera, es algo que los alumnos no aceptan en la mayoría de los casos. De nuevo, los adolescentes se sienten encerrados, atrapados entre los muros de una clase que les coarta a hacer lo que les venga en gana, ayudándoles a pensar y a reflexionar sobre la actitud más adecuada que deberían tener ante la sociedad.

Pese a todo, los castigos persisten, y esto se repite varias veces en la película con las escenas del Consejo Disciplinario, con el sistema de puntos. Sin embargo, algo falla, ya que, a pesar de haber propuesto un sistema de penalización hacia los alumnos, los profesores son los primeros que no cumplen lo propuesto, haciendo de nuevo que sigan los castigos y los consejos. Además, también fallan en una cosa pues, además de penalizar a los alumnos, tendrían que premiar a aquellos que se lo merecieran. ¿Dónde reside, entonces, el problema?

Entre los muros de una educación que no tiene solución

Lo que nos expone Cantet en La clase, sin duda, es una crítica al sistema educativo. Un sistema corrompido desde hace décadas que no progresa, que termina de la misma manera de la que empieza y que, de una forma u otra, no tiene solución. Un sistema formado por alumnos sometidos a castigos sin fin y que no reciben ningún premio por su conducta, rebeldes, faltos de valores que necesitan obligatoriamente, más que los simples conocimientos que en el fondo no van a ningún lado; y formado, por otra parte, por profesores y altos cargos sometidos a unas directrices estancadas en un sistema que no funciona, deprimidos y faltos de soluciones para remediar los problemas y la falta de trato que tienen con sus alumnos en su día a día. Un sistema que los propios alumnos y profesores saben que falla y que buscan irremediablemente a ello una salida, una puerta que los lleve más allá de esos muros, pero, desgraciadamente, la salida solo se puede encontrar entre las más altas filas.

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